miércoles, 27 de marzo de 2013

EL PESO DE TU CRUZ


Un joven ya no daba más con sus problemas. Cayó de rodillas y suplicó: "Señor, ...no puedo seguir. Mi cruz es demasiado pesada".

El Señor -como siempre- acudió y le dijo: "Hijo mío, si no puedes llevar el peso de tu cruz, guárdala dentro de esta habitación y luego abre esa otra puerta y allí escoge la cruz que tú quieras".
 
El joven suspiró aliviado, agradeció a Dios y se dispuso a hacer lo que le había indicado.

Al entrar en la habitación donde debía elegir su cruz vio muchísimas distintas. Algunas de ellas eran tan grandes que ni siquiera se podía ver su parte superior. Luego de recorrer un poco el cuarto vio una pequeña apoyado en un extremo de la pared.

"Señor", susurró, "quisiera esa que está en el rincón" y el Señor le dijo dulcemente: "Hijo, esa es la cruz que acabas de dejar".

Cuando los problemas de la vida nos parecen abrumadores, siempre es útil mirar a nuestro alrededor y ver las cosas a las que se enfrentan los demás. Verás que debes considerarte más afortunado de lo que te imaginas.

miércoles, 20 de marzo de 2013

NOCHE Y DÍA

Cuentan de un rabino que un día, hallándose con dos de sus discípulos les preguntaba:
- ¿Cuándo creéis vosotros que termina la noche y comienza el día?
El primero de ellos le respondió:
- Cuando viendo de lejos un animal, pueda distinguir si se trata de un perro o de una oveja.
Tomando la palabra el segundo de los discípulos dijo:
- Cuando descubriendo de lejos la presencia de un árbol, pueda darme cuenta si se trata de una higuera o de un manzano.
Viendo ambos que aquellas respuestas no satisfacían al viejo rabino le preguntaron:
- Y para ti, ¿cuándo termina la noche y comienza el día?
A lo que contestó:
- Cuando viendo de lejos  a un hombre y mirándole a la cara sea capaz de ver que se trata de mi hermano. De lo contrario, para mí seguirá siendo de noche, sea cual sea la hora del día.

lunes, 11 de marzo de 2013

"NO", UNA PALABRA IMPORTANTE

Es una de las más temidas de nuestro vocabulario. Cuando se escapa de nuestros labios tiene la capacidad de enemistarnos con los demás, pero paradógicamente es también la partícula que nos permite establecer límites, marcar distancias. En muchas ocasiones nos cuesta pronunciarla, por ejemplo: cuando nos piden un favor, cuando el jefe nos invita a que nos quedemos unas horas más, cuando nuestra pareja nos pide algo incómodo. Son retos a los que nos enfrentamos a diario.

Con el deseo de agradar, procuramos evitar el no, adornándolo con todo tipo de disculpas. No resulta  extraño que lleguemos incluso a mentir inventándonos escusa inexistente para evitar eventos no deseados. Si profundizamos un poco más veremos que la realidad es que tememos la reacción del otro ante nuestra negativa, y en qué manera afectará a la imagen que tiene de nosotros esa persona. Y no queremos alterar la armonía en nuestras relaciones.

Negarnos a hacer un favor, no siempre es egoísta.

La utilización del "no" comienza en una edad muy temprana. Es de las primeras palabras que se aprenden a partir de los 2 años. En este momento comienz una etapa de reafirmación por la que pasamos todos, poniendo a prueba la paciencia de nuestros padres. Es nuestro primer canto a la independencia, el primer descubrimiento del "yo". Así establecemos la diferencia entre lo que nosotros queremos y lo que los demás nos exigen.

Saber lo que no se quiere es el primer paso para averiguar lo que se desea.

Es importante cuidar la forma de decir "no". Una buena técnica es añadir la razón principal del porqué no. Al fin y al cabo esta pequeña palabra nos ayuda a sumar en respeto y crecer en libertad.



 

jueves, 7 de marzo de 2013

EL ELEFANTE ENCADENADO

Un niño fue al circo con su padre y quedó fascinado con un enorme elefante, de fuerza descomunal.
 
Al terminar la función, el chico vio cómo el domador ataba una de las patas del animal a una pequeña estaca clavada en el suelo. Le sorprendió constatar que la estaca era un minúsculo pedazo de madera.
 
"Papá, ¿cómo puede ser que el elefante no se escape?", le preguntó. Y su padre le dijo: "Porque está amaestrado".
"Y si está amaestrado", insistió el chico, "¿por qué lo encadenan?. El padre no supo qué decirle.
 
Otro hombre que escuchó la conversación le reveló la respuesta: "El elefante no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que nació. Al principio trataría de soltarse, empujando con fuerza. Pero siendo un elefantito, la estaca era demasiado para él. Y así continuó hasta sentirse agotado, impotente y, finalmente, resignado. Ahora ya ni se lo plantea".