Antes, cuando alguien telefoneaba a un móvil, arrancaba
con una disculpa. Ahora nuestro móvil ha dejado de ser un número privado para
convertirse en uno al que se le puede llamar a cualquier hora y por cualquier
razón. Esto provoca una serie de interrupciones en nuestra cotidianidad y
además se está perdiendo la educación no solo por llamar tanto, sino por
aceptar la interrupción en comidas y reuniones, aunque la persona se excuse.
Las interrupciones no solo afectan a la comunicación
entre las personas sino también a la capacidad de concentración en nuestro
trabajo.
Los psicólogos advierten de la aparición de una nueva
patología: la ansiedad de no estar localizable.
Esta comunicación continua, que tiene muchas ventajas,
tiene también sus obligaciones: debemos conectarnos varias veces al día para
resolver asuntos familiares o profesionales que la inmediatez de la vida actual
nos exige.
Hemos de estar conectados pero no tenemos que dejarnos
interrumpir contínuamente.
La comunicación por la comunicación, independientemente
de su contenido ya no es "pienso, luego existo", sino "respondo, luego
existo".