Cuenta una vieja leyenda que
en la más alta montaña de un lejano país vivía un anciano monje cuya sabiduría
y sensatez le habían convertido en oráculo viviente de los habitantes.
En una fría mañana recibió
el ermitaño una curiosa visita: un hombre joven ataviado con buenas vestiduras,
acompañado por dos sirvientes y un fantástico caballo, un joven rico pero de
mirada triste.
_ ¿En qué puedo ayudaros,
joven señor? Acudo a pediros consejo pues me han dicho que sois un maestro en
el arte de vivir. Tengo a mi disposición todo el dinero, poder y fuerza
necesarios para defender mis tierras y mi gente pero no soy feliz, me encuentro
triste, vacío y solo. ¿Qué puedo hacer?”
El monje le contestó:
- Hace muchos años un gran
maestro respondió a un joven que acudió a él con una pregunta parecida: voy a
mostrarte un secreto que pocos conocen pero que puede cambiar tu vida. Le dijo,
sígueme.
El joven le condujo al
interior de una vivienda en una zona bucólica rodeada de árboles.
Al acercarse a una de las
ventanas el sabio requirió al rico heredero para que mirara a través del
cristal de las ventanas. ¿Qué ves?
- Veo el cielo, el sol, las
nubes, el caballo y los sirvientes que están a su cuidado.
- Detente un poco y explica
el paisaje que ves.
Atendiendo a su petición
comenzó a relatar de nuevo el joven:
- Veo un cielo azul limpio y
relajante, veo la luz y siento en mi piel el calor que produce el sol, veo la
verde y húmeda hierba y los frondosos árboles, veo a mi fiel caballo y los dos
sirvientes ataviados con ricas vestiduras.
- Bien, muy bien, respondió
y le llevó hacia otra ventana y le pidió que le dijera qué veía.
- Esto no es una ventana, es
un espejo, le dijo.
- Míralo bien y contéstame
sin alterarte.
- ¿Qué voy a ver? Me veo a
mí mismo.
El monje continuó:
- Exacto, te ves a ti mismo.
Sabes cuál es la diferencia entre la ventana y el espejo: La ventana tiene un
cristal transparente, puro, limpio…mientras que el espejo es el resultado de
aplicar un poco de plata al cristal. Y cuando hay plata por el medio, uno deja
de ver a los demás y pasa a prestar solo atención a sí mismo.
- Es la enseñanza que debes
llevarte hoy de aquí. No es necesario que renuncies a tus riquezas pero es
necesario que mantengas tu corazón despegado de ellas. Tú no eres lo que
tienes, eres mucho más debes mantenerte con el cristal de la ventana limpio y
transparente y con la mirada en el otro y aunque te parezca raro, sólo así
alcanzarás la felicidad.