El tiempo es un bien limitado e intentamos aprovecharlo
al máximo.
Según cómo lo utilizamos,
condiciona nuestra existencia.
La vida se ha acelerado en
los países más desarrollados gracias a las facilidades de información y comunicación
instantáneas que permiten conseguir una eficacia en la obtención de los
objetivos personales o profesionales. Es una notable ventaja pero genera prisa
y la ansiedad.
Además existe el riesgo de
que buscando la inmediatez no se fijen metas a largo plazo y que la prisa por
conseguir los objetivos nos prive de disfrutar el camino como nos cuenta
Confucio en su cuento:
"Confucio llevó a uno
de sus discípulos a caminar por un bosque cercano a su monasterio. Mientras el
maestro paseaba distraídamente observando los árboles y los pájaros con los que
iba cruzándose por el camino, el joven no prestaba atención ni a los colores ni
a los animales de la naturaleza. Estaba solo pensando en su destino y preguntó
al maestro:
¿ A
dónde vamos?
Y
Confucio, con una amable sonrisa dibujada en su rostro le contestó:
"Ya estamos".
El joven discípulo alzó la
mirada y por primera vez desde que había entrado en el bosque vio lo que había
a su alrededor y no pudo evitar sonreír"."Ya estamos".
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