En el s. XXI vivimos una sociedad saturada de estímulos
sonoros provenientes de las relaciones personales y de la cantidad y volumen de
los medios de comunicación y circulación. Todo ello hace necesario el buscar y
conseguir momentos de clama.
A nivel personal estos
espacios de silencio sirven para nuestro equilibrio y seguridad personal pues
nos ayudan a pensar y a conocernos más íntimamente. La práctica de reflexionar
orientada a desarrollar nuestra capacidad de atención en los que hacemos, hace
que vivamos más plenamente. Es lo que llaman mindfullness.
Nos cuesta "escuchar el silencio". Pocas personas
son capaces de estar pensando solas más de un minuto.
En nuestras
relaciones con los demás el silencio nos puede ayudar a escuchar mejor a
otras personas en lugar de querer dar nuestra opinión.
Hay lugares o situaciones especiales: monasterios, teatros o
conciertos, es decir, espacios de silencio en los que uno puede huir del ruido
ambiental.
El silencio expresa la emoción mejor que la palabra y puede
ser el mejor de los homenajes o el peor de los desprecios.
Un momento mágico en que se escucha la emoción del silencio ocurre
cuando el director de orquesta sostiene en alto la batuta al final de una obra antes
de que lo interrumpan los aplausos.
"Recordemos que somos señores de nuestros silencios y
esclavos de nuestras palabras".
"No rompas el silencio si nos es para mejorarlo".
Beethowen.
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