La palabra fraternidad,("germanor"
en catalán, que suena más íntima) es el sentimiento o actitud que cada uno de
nosotros ha adquirido en familia desde la niñez gracias al amor y entrega de
nuestros padres y la convivencia con nuestros hermanos.
Es la conciencia de igualdad
en derechos y obligaciones entre los hermanos, pues permite a todos los
miembros del grupo familiar conocerse, aceptarse mutuamente con el compromiso
tácito de ayudarse en el caso de necesidad.
La Revolución Francesa que introdujo
en el s. XVIII la modernización en Europa, resumió en tres palabras: "Libertad,
igualdad, fraternidad", los tres pilares de la civilización occidental.
Estas palabras sintetizan a
su vez los principios aportados por la filosofía griega, romana y cristiana.
La
libertad proviene de la cultura griega que aportó la democracia,
la eliminación de las estructuras de poder feudal y la soberanía del pueblo.
La igualdad apareció con el
derecho romano, la igualdad ante la ley y la separación del poder judicial del
legislativo y del ejecutivo.
Y la fraternidad viene de la ideología cristiana: todos somos
hermanos y tenemos unas responsabilidades mutuas.
Los derechos humanos de libertad e igualdad se fueron implantando progresivamente por las
disposiciones legislativas de los distintos países, y la fraternidad fue ejercida durante generaciones por vecinos o
ciudadanos que cubrían recíprocamente sus necesidades de salud, educación, y
seguridad y permitían conocerse mejor, apreciarse y emprender acciones colectivas.
En las democracias
occidentales, el desarrollo económico permitió que el "estado del bienestar", a través
de las administraciones públicas fuera cubriendo estas necesidades. Fue un
beneficio social importante, pero como contrapartida aumentó el individualismo
de los ciudadanos y el enfriamiento de la
fraternidad. Las sociedades económicamente desarrolladas son un conjunto de
"yos" que han olvidado el "nosotros", se habla siempre a
nivel individual: el consumidor, el emprendedor, el votante...
En la actualidad, debido a
la crisis económica (que puede durar años), tendríamos en primer lugar que
renovar y actualizar este valor de la fraternidad
pues muchos de los servicios deberán ser atendidos por los particulares. Y
en segundo lugar exigir la prevalencia de los bienes comunes sobre los
particulares tanto en las actuaciones económicas o administrativas: la gestión
comunitaria de infraestructuras, actividades culturales, vivienda, medio
ambiente...no se rijan por las leyes del mercado sino que aseguren la convivencia
y el bienestar actual y futuro de la comunidad.