Para elegir el sucesor
tenían la costumbre de soltar el pájaro de la sabiduría, que tenía fama de
adivino. La gente esperaba que el pájaro se posara sobre la cabeza del que
tenía que ser el futuro Rey.
Pero ocurrió una cosa
inesperada: el pájaro, después de dar muchas vueltas se posó sobre el bufón del
reino que se pasaba el día divirtiendo a la gente.
Inmediatamente le llevaron
al palacio real dónde le lavaron con aguas perfumadas y le cubrieron con el
manto y la corona real y le dijeron:
recordad majestad, que de
ahora en adelante os tenéis que comportar como un rey y no como el bufón.
El ayudante de cámara
recogió el casquete y el vestido rojo del bufón para quemarlos, pero al verlo,
el rey dijo:
no se te ocurra quemar estas
cosas y ordenó que se construyera una cabaña en uno de los patios del palacio y
que sólo él podía tener la llave.
Todo el mundo sabía que el
Rey visitaba la cabaña cada día y permanecía un tiempo dentro y no entendían
que hacía él allí.
Pasaron los años y llegó un
día que la gente de palacio no pudo soportar más la curiosidad y mientras él
estaba dentro de la cabaña se reunieron todos en el patio y cuando el rey salió
y vio a todos los cortesanos y criados de la corte que le pedían una
explicación dijo:
recordad que me dijisteis
que me tenía que comportar como un rey. Cada día cuando vengo aquí veo mis
antiguas ropas, me acuerdo de quien soy, de dónde vengo y del tiempo que divertía a la gente y
denunciaba los abusos e injusticias. Este recuerdo me ayuda a ser un rey más
justo, más humano y más próximo a las necesidades de la gente.
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